martes, 5 de julio de 2011

L.Van Beethoven. Variaciones Eroica, op. 35. Variación XV. Emil Gilels


Las Variaciones Eroica se nos presentan como la lucha del joven Beethoven en el baile antojadizo con la Historia. Son el intento sonoro de alcanzar el propio lugar que ha de ocupar su genio en el arte de la música. En la pertenencia a las viejas estructuras del pasado se levanta esta música en extremo arrojadiza. Beethoven se desliza entre los motivos arbitrarios de salón para poder exhibir en la lentitud de su respiración la duda noble que le ha detenido el paso.
El comienzo de la variación XV de algún modo concluye esta obra aún antes de la fuga final que precede. Beethoven se sentía más seguro y poético en la fantasía de sus variaciones que en la angostura lógica de la fuga. La emplea con gusto y maestría mas no le corresponde en lo más profundo, pues termina alejándole de lo que verdaderamente es.
El comienzo de esta variación es el adviento de insólita luz creativa. El irreconocible aspecto satinado de este nuevo Beethoven reviste la inocencia serena de un héroe griego; aunque la voz tiritante un poco bronca no nos permita olvidar su silueta adolescente, la seguridad que demuestra coincide con el lugar excelso que alcanza.
Las turbulentas circunstancias que se le presentan van a desatar la discordia misántropa que estaba soportando este hombre hacía tiempo. Esta serie de variaciones se compuso en 1802, cuando la incipiente sordera y la decepción sentimental transformaban el aliento de Beethoven en el hombre áspero que se oculta a la multitud.
Llegará el día donde su desgracia se presente terca incluso para él  y sienta con pesar cómo su mandato no ha podido todavía ser cumplido. Ponía punto y final a la orquestación excelente de su drama recuperando la vieja voluntad de la que siempre se supo dichado portador.
El testamento que escribe a sus hermanos el verano de Heiligenstadt no es otra cosa que la teatrera autocompasión romántica del genio que se autoinflama de inspiración. Se sabe infundido de una temprana virtud y benevolencia, se justifica y disculpa de su temporal alejamiento y al final terminará por pedirle tiempo a la muerte.
"De todo mi trabajo anterior no estoy contento, de hoy en adelante voy a emprender, con mi arte, nuevos derroteros" Esta nueva se nos anuncia en los comienzos de este lluvioso comienzo de la variación XV, que se hincha en el propio orgullo de los aciertos.
El carácter que se forja un hombre acontece en la musical variación de su voluntad. La virtud recurrente se mantendrá insuficientemente buena a lo largo de toda una vida. La belleza será tan sólo el ajuar aparente de las escasas conquistas de una ética.

"Fogoso, apasionado, expresionista incandescente", califica Francisco Camino a  Emil Gilels. Esta obra nos parece una de sus mejores grabaciones junto a la sonata Hammerklavier opus 106. Su sonido es de una rudeza intempestiva brillante con el colorido orquestal rebosante que tanto gusta al aficionado hiperromántico. Sonoridad limpia que no pudo imaginar el desorden sucio y humano de Beethoven.
Otra obligada versión es la Glenn Gould. Gould suele ser intenso a su particular manera; no es aquí excesivamente mejor que Gilels pero escuchando las sorpresas que se toma sobre el campo de batalla miraremos los cielos despejados durante largo rato. Los primeros armónicos lo sonríen todo de luz, lo dejan todo en su sitio para cantarlo, para pronunciarlo de puntillas sin alterar apenas el lugar de las cosas.

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